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miércoles, 31 de marzo de 2010

FUNERALES DE LOS MÁRTIRES DE LONQUÉN

Es difícil expresarlo: emoción, reparación, sentimiento de que una verdad se supo, encontrado con otro que se relaciona con la impotencia, la falta de verdadera reparación, con la impunidad...
Pero las familias de los trece campesinos recibieron los restos de sus seres queridos y tuvieron un alivio en su dolor de casi 37 años. Por fin pudieron llorarlos en su presencia.

Pero, ¿qué se le puede decir a una persona cuyo ser querido hace 37 años que fue asesinado? ¿"Sentido pésame?" Así decía Emilio Astudillo, hijo de uno de ellos, reclamando por tanta tramitación, burlas y negligencias que atrasaron tanto ese momento solemne.
"Ahora está descansando", es una de las frases que solemos decir al dar un pésame. Pero... tanto tiempo después, ¿da lo mismo?
La ceremonia final fue emocionante, como las solemnidades del viernes y sábado, porque fueron una forma de decir: la verdad aunque no se reconozca, se supo. La gente se enteró, se reparó la dignidad de las familias dolientes.
Parte de esta verdad es que los trece (y dos compañeros más cuyos restos esperan ser identificados) fueron asesinados por Carabineros, a pedido de los patrones del fundo Naguayán, a golpes. Escondieron sus cuerpos en los hornos de Lonquén, mintieron a sus familias por largo tiempo, como Caín enterró a Abel, pero la verdad se tenía que saber.

Nos unimos a los sentimientos de las familias. Levantamos nuevamente las banderas del cambio social, en que los Hernández, los Maureira, los Astudillo, creyeron, las defendieron y no las defraudaron.

Fue Emilio Astudillo, quien dijo verdades a los presentes: la negligencia de los gobernantes de 20 años retrasó este acto de reparación. La insistencia de las familias hizo posible que en los últimos años, se agilizaran los procesos hasta obtener el reconocimiento de la identidad de las osamentas. Este valiente deudo, concertacionista por convicción, puso en cuestionamiento a la clase política que no hizo más, y a los que permiten la impunidad. Nos dio la voz de alerta y nos llama a seguir buscando verdad y justicia: planteó que las ideas por las que los campesinos cayeron, siguen plenamente vigentes.

Los gritos de organizaciones de derechos humanos, allí presentes, así lo refuerzan. La presencia de cientos de concurrentes atestigua el cariño del pueblo por sus deudos y la vigencia de sus ideas y del motivo por el cual aquellos lucharon y nosotros seguimos en la misma vía.

En la ceremonia de sepultación hubo discursos de Carolina Tohá, de Luis Magallón a nombre del Comité Memoria MAPU, del compañero Astudillo (como dijimos), a nombre de los liares. El canónigo Ignacio Muñoz pronunció una oración. Al final actuó Illapu y hubo cánticos evangélicos para despedir a los seres queridos.

Honor y gloria a nuestros trece caídos.

IMÁGENES
(en construcción)

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